Consejos para los padres

Llega el verano: los niños habrán aumentado una talla de calzado, al menos (cada trimestre su pie crece unos 8 milímetros; este crecimiento es mayor cuando el niño es más pequeño: al año y medio el pie tiene aproximadamente la mitad de longitud que presenta al final del crecimiento y a los 10 años el 80% del tamaño total). Es el momento de comprarles el calzado adecuado para la nueva estación.
Hay que escoger un modelo que se adapte a sus necesidades motrices, que permita el correcto desarrollo del pie y del aparato locomotor y la libertad de los movimientos naturales del pie, con respeto a la fisiología y biomecánica del pie.
La elección del calzado es un factor fundamental, especialmente para niños de 1 a 8 años (desde que se empieza a calzarlos hasta que se ha producido el desarrollo del 80% de la evolución angular y torsional de los miembros inferiores).
El calzado es un invento humano, por lo que no debe alterar la evolución fisiológica del pie, ni suplir las funciones de los elementos naturales del pie como son la amortiguación, flexibilidad o movilidad.
Las posibles consecuencias más comunes asociadas al uso de un calzado inadecuado van desde las deformidades de los dedos y “uñeros” (onicocriptosis) hasta sobrecargas o acortamientos musculares, tendinitis aquilea, dolor en la planta del pie y eccemas o dermatitis causados por materiales sintéticos.
Durante el crecimiento y la maduración de la marcha, es necesario realizar revisiones periódicas, para comprobar que no existe ninguna complicación y, si la hay, tomar las medidas necesarias para que no afecte a otros componentes anatómicos como las rodillas o espalda. Lo más recomendable es llevar al niño al podólogo, al menos una vez al año. Ahora que está de vacaciones puede ser un buen momento para empezar.
Si no hay ningún tipo de alteración manifiesta, la edad recomendable para visitar al podólogo por primera vez es entre los 3 y los 4 años de edad, cuando podemos ver cómo se desarrolla el pie y los miembros inferiores.